Pedagogía de la bondad

20 des desembre 2021
Carmen Víllora
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La cultura dominante de la sociedad bombardea con mensajes de competitividad y promueve modos fáciles para ser ricos y famosos, con estas recomendaciones se van dejando excluidas a tantas personas que viven situaciones de vulnerabilidad y no encuentran quien les tienda una mano.

En contrapartida, educar es suscitar la capacidad de conmoverse y actuar en favor del prójimo, preparar para el encuentro bondadoso con el otro. A veces, desde los márgenes de la exclusión germinan modos de compartir, gestos sencillos, “hoy por ti, mañana por mí”. Es la manifestación de la semilla de la bondad, es lo que marca la diferencia que nos humaniza y da sentido a la vida del mundo.

La bondad está en la génesis del ser humano a modo de semilla. Para que la simiente de la bondad germine y crezca será necesario, crear las condiciones adecuadas y esto es tarea del encuentro educativo, porque la incipiente bondad humana ha de adquirir forma y educar es formar, dar forma.

Una mirada a la historia nos muestra que para llegar a relaciones de sumisión y violencia es necesario eliminar previamente la mirada de bondad hacia el otro. Se podrían revisar en esta clave los grandes genocidios de la humanidad (Holocausto en Europa, los crímenes en contra de la minoría musulmana Rohinyá en Birmania, el intento de exterminio de la población Tutsi en Ruanda, etc.). Procesos dolorosos y lentos que se iniciaron quitando el significado bondadoso del encuentro entre personas. Se inicia a partir de inculcar una forma diferente de pensar y sentir, que se concreta en el odio.

Educar en la bondad es formar, para que la persona sea capaz de mantenerse alerta y descubrir que lo que le ocurre a la otra persona, le afecta. Lo más propio de la vida humana, afirma Josep María Esquirol, es sentirse afectada, por las personas y por acontecimientos. Educar en la bondad es regenerar la condición de seres creados para el bien, creados por amor y para el amor.

El Papa Francisco en el encuentro con los jóvenes de Acción Católica Italiana el 20 de diciembre 2018 les recomendaba: “Sed, con todos, generosos "canales" de bondad y bienvenida, para construir un mundo más fraternal, más solidario y más cristiano”.

La educación en la bondad ha de llegar al núcleo de la persona, es decir, ha de situarse en el ámbito del sentir y desde ahí suscitar la fuente generadora de bondad.

La bondad se concreta en llevar a cabo el esfuerzo de elevar la conciencia hacia la reflexión, la apertura, la generosidad, la disponibilidad, la gratitud, etc. para volcarnos hacia la presencia y el encuentro de cada persona con los otros.

Cuando el corazón creyente vibra en clave de bondad, podemos reconocer a Jesús, el Hijo de Dios, y proclamar que en la comunidad cristiana Ha aparecido la bondad de Dios y su amor por la humanidad (Cf. Tt. 3, 14). La bondad que fluye entre nosotros puede dar lugar a un mundo en el que gobierne la sororidad y la fraternidad, un mundo solidario que vive en clave evangélica. Un reto para nuestros procesos educativos: educar en la bondad y con la bondad para transformar nuestro mundo ¡Qué hermosa tarea para los educadores y educadoras formar y ser cauce de bondad!